Pasarela de Asfalto presente en el Festival "Los Magritte del Cine"
Esperanza Arcos, socióloga, especializada en lujo e imagen de marca.
El pasado sábado, 7 de febrero, se celebró la quinta edición de Los Magritte del Cine en el Square en Bruselas, mítico festival de mi ciudad. Y como es natural, allí estaba yo ataviada con mi precioso vestido de Valentino. Entre el glamour del cine y la belleza de los invitados, el lujo era palpable.
Después de pasear por la alfombra azul, me detuve un momento en el lounge de Dior, donde se servía un delicioso caviar iraní acompañado del excelente champán Louise de Pommery.
Allí se encontraba, entre otros invitados de gran notoriedad, Julie Gayet, con quien intercambié algunas anécdotas semipresidenciales.
La selectividad que se desprendía del ambiente del lounge me hacía sentir como pez en el agua. Un poco de calma antes de la tormenta de aplausos que se desató al llegar a la gran sala.
La película más galardonada fue «Deux jours, une nuit», a juzgar por las ovaciones del público tanto afuera del Square como dentro de la sala donde pasé parte de la maravillosa velada. No es de extrañar que la fotografía y el guión de la película de los hermanos Jean-Pierre y Luc DARDENNE hayan seducido a los miembros del jurado. ¡Había nada menos que 74 películas en competición!
Pero, ¿qué decir del lujo que acompañó esta gala? ¡El no va más!
Afortunadamente tengo la oportunidad de acompañar a mi marido todos los años al Festival de Cannes y al comparar los dos eventos, noto cierta diferencia. Cannes es yates y coches despampanantes, hoteles de las mil y una noches, joyas fastuosas y fiestas “vip” que traducen la locura que se respira en la Croisette…, y que invade toda la ciudad durante unos diez días en el mes de mayo. Sin embargo, aquí todo es reducido, ya que este país es muy pequeñito pero muy acogedor. ¡Palabra de honor! No hay más que ver a todos los grandes nombres de la finanza, de la moda y del cine que se instalan, por varias razones, entre sus fronteras.
A pesar de su corta existencia, al evento no le falta profesionalismo…
El Festival de Cannes existe desde 1946 mientras que Los Magritte nacieron en 2011 gracias a la iniciativa de unos fieles defensores del cine de lengua francesa.
Pero no voy a entrar en detalles técnicos porque lo mío es el lujo y su entorno.
Y aunque hay maneras más espectaculares de acercarse al lujo, desde mi punto de vista, este ha sido un auténtico regalo. Fui invitada por Marie Pierre Dinsart, responsable de Comunicación para BeTV, que es el Canal + belga, a pasar por The Hotel a las 14h30. Pasé una tarde muy amena con el maquillador Mathieu de Mayer recientemente llegado de Nueva York encargado de los retoques glamorosos de Dior Make-Up, con el peluquero Adrian Coelho que dejó alto el pabellón de L’Oréal y con el director de la Escuela de Moda «La Cambre», Tony Delcampe.
¡Todo desprendía el suave y delicioso olor del no dicho, de la belleza y del saber estar perfecto!
Un recreo para los ojos, un placer para el tacto el roce de las materias nobles, un regalo para el olfato la panoplia de olores de los buenos perfumes y el runrún de todo el personal. ¡Parecía aquello una colmena con sus abejas obreras trabajando apasionadamente para lograr la belleza perfecta!
Cada cosa en su sitio, pero como dijo en su momento Marie Pierre Dinsart: «Si no se tiene un belga en su película, ¡trae mala suerte!». ¡Nunca mejor dicho! Todo era belga-belga: Los chocolates, los diseñadores, la cerveza, y aunque las casas de lujo como Dior o L’Oréal no lo son de origen, fueron sus filiales belgas las que regalaron su tiempo y su saber hacer. ¡Todo perfecto!
Con sólo cinco años de existencia, ya están, afortunadamente, muy bien dotados, y no dudo ni un instante que sólo pueden ir a mejor.
En este año surge la noción de "belga" como una manifestación artística emparentada, no tanto por el idioma como por temáticas y propuestas estéticas, y también con la perspectiva de desarrollar un mercado del cine de lengua francesa.
Las nuevas tecnologías han comenzado a modificar todo lo relativo a los medios audiovisuales, incluyendo el cine tradicional. Estas tecnologías impactan la economía, la industria y el comercio cinematográfico, y hacen un avance de teorías y principios que antes parecían inalcanzables.
También son palpables en el negocio del lujo y aceptadas en el entorno del mundo del cine.
El cine y el lujo siempre serán inseparables por su dictamen de artículo expresivo de la vida, de su artesanía y su escasez.
El final de esta fiesta de la quinta entrega de los premios del cine de lengua francesa en Bélgica concluyó con la celebración de una cena organizada por «Jaeger-LeCoultre», donde se codearon doscientas personas de la Jet Set.
Más tarde, unas 1200 personas pisaron la pista de baile.
Y como una cenicienta en su pequeño país me enorgullece saber que podemos tener tan bonita iniciativa…
¿Y qué más se puede pedir, según voy subiendo los 32 peldaños de la mítica escalera azul, que vivo en el País más surrealista de todo el planeta…?