EL LUJO DE LA BUENA EDUCACIÓN

Desde pequeña mis padres nos han enseñado, a mi hermano y a mí, que nos rodeáramos de buena gente, sin importar su estatus social, ni el dinero que guardaban en sus bolsillos. Nos han enseñado a ser humildes, tener los pies en la tierra y sobre todo a respetar al prójimo.

Mis padres, dos Grandes donde los haya, excepcionales ejemplos de saber estar y educación, pero sobre todo, padres y abuelos 48 horas al día.

Recuerdo que mi padre me contó una anécdota de mi abuelo Manuel, Vizconde de Garci-Grande y Conde de la Cabaña de Silva, abuelo al que lamentablemente no conocí, pero que pertenece a mi presente ya que todo el mundo se acuerda de él y siempre tan agradecidos.

Me contó que en una de tantas comidas que daban, un día se sentó a compartir mesa con ellos un mayoral de la casa invitado por mis abuelos, sirvieron unas gambas entre otras cosas y a cada uno de los comensales les pusieron un cuenquito con agua y limón para poder ayudar a limpiar los dedos después de comer las mismas. El buen hombre, que no estaba acostumbrado, ni tenía porqué en su vida cotidiana, a mi parecer, tomó el cuenco y bebió de él, todo el mundo se quedó mirando a mi abuelo que presidía la mesa y observaron algo que para mí ha sido y es lección de vida. Mi abuelo, Grande de España, cogió el cuenco y bebió al igual que el mayoral, invitando a los acompañantes con su mirada tajante, que hicieran lo mismo para no hacerle sentir mal y que la comida siguiera su curso.

Da igual la condición social, da igual la familia de la que procedas, da igual tener las arcas llenas que vacías, si no hay educación, saber estar, ni humildad, NO HAY NADA.

De tal palo tal astilla, pues así es mi padre, su hijo, Vizconde de Garci-Grande, un SEÑOR de los pies a la cabeza. No digo más.

Y súper abuelo, el abuelo educador, consentidor, cosa que nos sorprende a mi hermano y a mí, pero que por otro lado nos enternece verle en esta faceta con sus tres estupendos nietos, el abuelo cocinero, que como dice su nieto mayor, es el mejor cocinero del mundo, el abuelo futbolista, a pesar de su recién operada cadera, el abuelo cómplice, cariñoso y divertido que hace que sus nietos le adoren.

Y mis abuelos maternos, en el mismo punto de partida que los paternos, hicieron de mi madre una mujer trabajadora donde las haya, luchadora, un sin parar desde el amanecer hasta que acaba agotada, pero que siempre está disponible para ayudar, agradar y que los que están a su lado hagan el mínimo esfuerzo, que ya lo hace ella. Una madre con mayúsculas, pero ante todo ABUELA, una increíble abuela a la que sus nietos adoran hasta un punto de necesidad de ella. Una SEÑORA, al igual que mi padre, de los pies a la cabeza, a la que quieren desde las Grandes de España, hasta y no por últimos, las señoras que ayudan en las casas de las mismas, los chofer, y tanta gente que hace que el día a día de otros sea más fácil y de los que mi madre siempre se acuerda y tiene una palabra y un detalle bonito para todos.

¿Qué si tienen defectos? Mnn, pues ni me acuerdo, porque con todas las virtudes que tienen, sus defectos pasan inadvertidos, esto es peloteo de hija..., aunque a veces, no lo voy a negar choquemos como trenes a 300 por hora, pero es que en mi familia el tema del genio y carácter fuerte lo tenemos muy arraigado...

No quiero pecar de dulce..., y de humildad hasta la saciedad, porque claro que me gusta el lujo en todos sus sentidos, mentiría si digo lo contrario, es fantástico poder disfrutar de los buenos placeres de la vida en todos sus ámbitos, pero mi mayor lujo sinceramente, es la escuela que nos han dado mis padres.

En definitiva, se puede tener todo el dinero, títulos del mundo, etc..., pero mirar por encima del hombro a los demás y creerse mejor que nadie por el hecho de tener pesados los bolsillos..., ayyy amigo, estás perdido.

Ana Garci-Grande